Por: Dra.
PhD. Adoración Guamán
Profesora
Univ. Valencia
España.
El reto
La obra El
Estado en disputa, editada por Julio Peña y Lillo E. y Jorge Polo Blanco, reúne
un conjunto de textos que desde la transdisciplinariedad, invitan al lector a
adentrarse en un debate tan imprescindible como impostergable: la revisión,
desde la óptica de las izquierdas transformadoras, de la reconfiguración que
los estados posneoliberales han hecho de la idea y la praxis del Estado como
herramienta de transformación social.
Se trata sin duda de una reflexión que nos lanza a un
terreno complejo, especialmente en un escenario de contraofensiva neoliberal
salvaje, donde muchas voces apuestan por un cierre de filas en torno a la
defensa de los proyectos desarrollados, esperando un mejor momento para abordar
el debate respecto de los errores y aciertos cometidos. Lejos de asumir esta
posición de cautela, la obra cobra una particular relevancia por constituir una
apuesta valiente y fundamentada, por la apertura de un diálogo que no debe
retrasarse, mucho menos en el ámbito de la ciencia crítica militante.
El reto que se plantean y nos trasladan las autoras y
autores, es (re)pensar el Estado como espacio de construcción y campo de
batalla, y en este contexto evaluar su potencial como herramienta a partir de
la cual se puede ejercer un contrapoder frente a la vorágine del capitalismo
neoautoritario y como instrumento al servicio de la transformación social. Desde
esta reflexión comparten la necesidad de revisar lo avanzado, de reflexionar
los caminos y analizar los errores.
El desafío así planteado impugna a las izquierdas, lato sensu, retomando la idea de la
posibilidad y necesidad de modificar la tradicional infraestructura burguesa del Estado y de recuperar
la construcción popular histórica de la nación, retomando algunas improntas del
pensamiento de Bolívar Echeverría, cuya huella se percibe en buena parte de la
obra.
El relato
El Estado en disputa plantea por tanto, la apertura de un debate, ni fácil ni cómodo, en un
momento de crisis epocal del capitalismo, una crisis que sus autoras y autores
relatan y caracterizan de manera tan descarnada como incisiva en diversos
capítulos.
El cuestionamiento de la adecuación de “teoría del fin de ciclo” como
explicación de la ofensiva neoliberal en Latinoamérica, planteada por Arizmendi,
sirve de pórtico de entrada al relato de la contraofensiva a la que se
enfrentan los Estados, y las izquierdas, posneoliberales en América Latina. Este relato parte de una idea fundamental: no se trata como señalan los
autores, de una embestida que pretenda una mera vuelta al pasado neoliberal. La
contraofensiva se orienta hacia el asentamiento de un capitalismo
neoautoritario, conservador y violento, maximizando las vías de acumulación por
desposesión en un intento de subordinación global.
Para conseguir este objetivo, se han retomado herramientas ya ensayadas en
la región (programas de ajuste, endeudamiento, tratados de inversión,
desposesión nacional a través de la entrega de los bienes públicos y comunes al
capital privado transnacional) a las que se añaden dinámicas brutales
orientadas a intervenir la cultura política de los estados posneoliberales y a
impugnar directamente el Estado de derecho.
La alianza estratégica entre los Mass Media, Poder Judicial y
corporaciones, orientada a cortocircuitar posibles vías de resistencia, la exacerbación
de la violencia (el llamado capitalismo necropolítico); el autoritarismo de
mercado en sus nuevas expresiones de integración económica regional; la
“despolitización” mediante la usurpación de capacidades de decisión a las
mayorías sociales; el desgarramiento xenofóbico que se está produciendo en el interior de
los dominados modernos, son estrategias para conseguir engrasar el avance del
capitalismo neoautoritario en América Latina. Todas estas dinámicas son claros ejemplos de las
dinámicas de asalto al Estado, perfectamente narradas a lo largo de la obra.
En palabras
tomadas de la obra, todo lo que el Estado debe controlar para ejercer sus
funciones se traslada a las manos del capital transnacionalizado incontrolable,
que se afirma públicamente como incontestable y que delimita las fronteras
mismas de lo posible y de lo que podemos (o debemos) imaginar. Se trata, así,
de una deriva que pretende conducir a la región hacia sistemas eminentemente
posdemocráticos, erigidos frente y contra los logros de los Estados
posneoliberales.
De manera
acertada, para analizar esta situación, el capítulo de Jorge Polo pone en el
punto de mira del análisis a esos “poderes salvajes”, a los poderes financieros
apátridas, al fascismo financiero, como la forma más virulenta de los nuevos
autoritarismos que están asaltando la región (y el planeta) y avisa del profundo
ajuste disciplinario en la vida social que pretenden. La influencia devastadora de la administración
Trump, como punta de lanza del asalto al Estado, es narrada con detalle por
Arizmendi en el capítulo de cierre.
Certero y
descarnado, el análisis se apuntala con una revisión de la obra de múltiples
autores y teorías que se entretejen para forjar una construcción científica
crítica sólida, entre las que destacan el recorrido realizado por Cristina
Morales respecto de la influencia del ordoliberalismo en los procesos señalados
y la crítica hecha, vivida y pensada desde la teoría feminista, de la mano de
los capítulos de Morales y Alejandra Bueno.
Disputar el Estado
Frente
a la idea de un Estado que integra, desarrolla e impulsa los principios generales del capitalismo en la
constitución y organización social, las y los autores oponen la idea de los
Estados posneoliberales, en sus diferentes tipologías y alcances, sin dejar de
debatir acerca de sus logros, carencias y retos. Esta problematización del rol
del Estado es imprescindible, como recuerdan ambos editores de la obra, si se
pretende construir un discurso y una praxis desde el Estado que devengan
verdaderamente contrahegemónicas.
Esa idea, la
revisión y construcción colectiva es, como se señaló en un inicio, una de las
principales virtudes del libro. La aparición en el relato de autores como
Poulantzas recupera debates especialmente atractivos y necesarios en el momento
actual. Analizar los desafíos que plantea la voluntad de acceder a las
instituciones para desde y en ellas crear una institucionalidad alternativa y
modificar la correlación de fuerzas dentro
del Estado, es un paso previo para poder debatir acerca de qué grado de
consecución de este objetivo de transformación se ha conseguido hasta la
actualidad y cómo se pueden plantear los desafíos futuros.
La tensión
existente entre los distintos capítulos del libro entre la denuncia del Estado
como estructura de reproducción de la dominación patriarcal capitalista y la
confianza en el mismo como herramienta de transformación social, no sólo no
impide el desarrollo de una serie de propuestas compatibles entre sí sino que
enriquece el necesario debate acerca de la relación entre movimientos sociales
y Estado.
Entre estas
propuestas, resalta Arizmendi, que la lucha contra la tendencia neoautoritaria nos
exige superar la polarización (o polarizaciones) existente y tejer acuerdos
entre los movimientos estadocéntricos y los movimientos autogestivos. En un
sentido similar, Bouhaben remarca la necesidad de establecer mecanismos para
conjugar las fuerzas de los movimientos sociales con las fuerzas orgánicas de
aquellos partidos políticos que, desde las instituciones de Estado, hagan
frente común ante la depredación del modelo hegemónico neoliberal. Con otras
palabras, y en sentido más amplio, Piñero nos recuerda que la propuesta de un
Estado más centrado en lo común pasa necesariamente por una mayor aceptación de
la diversidad y un diálogo para y con la sociedad civil.
Mantener esto
no se afirma en la obra como algo sencillo, pasado el momento de euforia
constituyente, la experiencia demuestra que el paso complicado es la
institucionalización-normalización de los procesos de apropiación del Estado
manteniendo las líneas de creación de lo común, de infiltración y
transformación de las instituciones, que deben plasmarse en profundas reformas
jurídicas pero también vivirse en el día a día de la praxis política. Se trata,
como recuerda Polo, de la generación de un nuevo sentido común o imaginario,
con capacidad para construir una nueva hegemonía cultural en un
escenario que debe estar marcado por la infiltración permanente desde los
movimientos sociales, por el cuestionamiento continuo desde la lógica de las y
los oprimidos, manteniendo a la vez la capacidad de gobierno, de transformación
y de resistencia. En palabras de este autor, se trata de apropiarse del Estado,
no como un fin en sí
mismo, sino como una herramienta de combate decisiva, para contrarrestar la
enajenación de lo político por parte de las imposiciones de la ley de mercado y
realizar una política de transformación comprometida con las necesidades reales
del país.
No es una
tarea fácil, como señalan los autores hay que oponerse al doxa neoliberal de
“no hay otra alternativa”, para apostar por una forma de Estado transformador,
vinculado a la política desde abajo, generando procesos continuos de expansión
democrática que integre a los grupos subalternos y haga política desde las
necesidades de las y los oprimidos.
Abriendo la
puerta a semejante tarea, la lectura cumple con el objetivo de lanzar un debate
imprescindible, de plasmar el escenario de la disputa en toda su crudeza y con
rigurosidad y de plantear los retos con contundencia. La frescura del texto se
debe también -sin duda-, a su origen, como una experiencia de construcción
colectiva del pensamiento, llevado a cabo en el marco del Seminario Permanente
de Pensamiento Crítico Bolívar Echeverría, acogido por CIESPAL entre 2015 y
2017. Es precisamente esta mirada poliangular del Estado, nutrida de
referencias teóricas imprescindibles, lo que dotan a este libro de un especial
interés como reflexión atrevida desde la ciencia crítica y transformadora.
Ediciones CIESPAL, Quito. Ecuador
Año 2018
N° de páginas: 198
ISBN: 978-9978-55-174-5