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Por Alexander Amézquita O
Artículo original en:
Hoy,
3 de mayo, se celebra el Día Internacional de la Libertad de Prensa y esto
amerita una reflexión sobre las implicaciones y relaciones que se construyen en
los discursos sociales sobre este tema y esta fecha.
Como
siempre, y de la misma forma que hemos tratado de evidenciar a través de este
medio, se confunde a la Libertad de Prensa como la Libertad de Expresión. Por
doquier, en medios que conmemoran este día y en múltiples espacios
gubernamentales y no gubernamentales, se fomenta esta confusión, que puede
tener consecuencias nefastas para la experiencia democrática y para la vida
ciudadana en general. La libertad de expresión, el derecho inalienable que
poseemos todas las personas, de expresar lo que pensamos de manera libre y
protegida, sin perjuicio de persecución o algún otro tipo de sanción por
nuestras opiniones, no es igual – aunque está relacionado – a la libertad de
prensa.
La
libertad de prensa es un derecho ejercido no por personas, sino por
organizaciones, que en uso y práctica de un bien social, la información
periodística, deben ver protegida su labor de producir y difundir información.
La libertad de prensa es un derecho que protege a los medios de comunicación
para poder ejercer su trabajo, el mismo que muchas veces se enmarca, o promueve,
o es alimentado, por la opinión de personas, esas si ciudadanos y ciudadanas.
La posibilidad de acceder a una información de calidad, pasa entonces por la
necesidad de proteger el trabajo de los medios que pretenden producir y
difundir ese tipo de información. Un medio puede ejercer su trabajo, bajo la
protección que le otorga la libertad de prensa, la posibilidad de producir
información – como medio – sin perjuicio de persecuciones políticas o censuras.
Por
otro lado, la libertad de expresión tiene que ver con precautelar la
posibilidad de expresarse, que tiene cada ciudadano y cada ciudadana. Esas
expresiones puede difundirse a través de medios de comunicación o cualquier
otras plataforma de intercambio, mediada por tecnologías que van desde el habla
y la escritura, hasta las redes sociales y soportes multimediales. Pero son
emitidas por las personas en calidad de ciudadanos.
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Ahí
está la diferencia. Así, todos somos ciudadanos y ciudadanas, sujetos a la
protección de nuestros derechos por parte del estado, pero mientras la libertad
de expresión es ejercida únicamente bajo el manto de la ciudadanía, de
pertenecer a una nación y a este mundo y de poder decir lo que se piensa –
evidentemente amparados en múltiples ejercicios de identidad: como mujer, como
trabajador, como científico, etc. –, la libertad de prensa se ejerce bajo el
amparo de la labor periodística, de la legitimidad y credibilidad del medio a
través de la que se difunde y del sistema de medios en el que se inscribe dicha
producción. Esa diferencia no crea un abismo, establece puentes entre un
ciudadano que emite una opinión únicamente en cuanto tal, y un medio que emite
opiniones protegido además (y en algunos casos en riesgo precisamente por ello)
por ser medio de comunicación, envestido de la legitimidad que le otorga su
estatus como institución social, con significados imaginarios que la sostienen
en las mentes y expectativas de las personas, así como de la alta o baja
credibilidad que haya conseguido al cumplir o no esas expectativas imaginarias
en sus usuarios.
Esa
leve diferencia, el tipo de institución que ampara cada ejercicio de libertad,
conlleva riesgos y responsabilidades diversas. Sería ingenuo suponer que en
cada escenario institucional no se ejerce, además, un tipo particular de poder,
y como todo poder, cada uno de esos ejercicios puede derivar en tipos
particulares de dominación. Si las maquinarias electorales, los recursos
estatales y el propio carisma pueden servir para otorgar un poder particular a
quien ejerce la política, lo mismo ocurre cuándo un medio ejerce su libertad de
prensa, puede generar ejercicios de poder que eventualmente podrían derivar en
dominación, en tanto la institución del sistema de comunicación de una
sociedad, otorga legitimidad a un medio más allá de la credibilidad del mismo.
Su plataforma de difusión e intercambio de información, otorga al medio una
amplitud de la que no gozan la mayoría de otros ejercicios de comunicación, de
la misma forma que pone en un mayor riesgo a quien ejerce la libertad de prensa
pues lo visibiliza hasta casi la transparencia, y es por ello que el periodismo
debe ser una labor no solo protegida a través de esta libertad, sino como una
profesión de alto riesgo.
Pero
así mismo, las responsabilidades son mayores. Es por esto por lo que no podemos
equiparar, aunque si relacionar, a estas dos libertades, porque las
instituciones, riesgos y responsabilidades de con llevan son distintas, y lo
son precisamente para proteger a aquellos sujetos más vulnerables. Es peligroso
que los medios se apropien de la libertad de expresión, lo mismo que lo hagan
los gobiernos, porque el más vulnerable de los sujetos queda entonces sin
protección. Porque ni todos los ciudadanos y ciudadanos tenemos la posibilidad,
el interés o la suerte de difundir nuestras opiniones o ser nombrados por los
medios, ni estamos todos y todas representados por los miembros del gobierno en
el poder. Por eso lo que nos pertenece es la protección del estado, que
trasciende gobiernos y que es una esfera distinta a la sociedad civil y a los
medios, con el fin de que podamos acudir a él cuando nuestros derechos y
libertades son vulneradas.
Pero
si diferentes sectores de la prensa o del gobierno se apropian discursiva,
social y judicialmente de la libertad de expresión, menos lugar queda para el
ciudadano, con menos recursos para movilizar sus reclamaciones. La distinción
entonces sirve para otorgarle a cada actor sus respectivos recursos, aquellos
dedicados a proteger a la prensa, y aquellos dedicados a proteger a los ciudadanos.
Por
otro lado, es evidente que sin libertad de prensa es imposible ejercer la
libertad de expresión, porque si un medio con todos sus recursos no puede
movilizar sus opiniones o producir información, mucho menos lo podrá hacer un
ciudadano que no pueda acudir a esos medios o proclamar sus ideas individual o
colectivamente. Pero sabemos que es una condición necesaria, más no suficiente
de la libertad de expresión. Se requiere adicionalmente un estado protector y
sobre todo una ciudadanía movilizada y dispuesta a adelantar sus prácticas, a
interpretar y criticar a los medios y al estado. Las instituciones generalmente
pretender mantener el statu quo, y los medios o el estado no son la excepción,
y sólo cambian cuando la libertad de expresión se ejerce por ciudadanos
interesados, dispuestos a escuchar y a valorar positívamente los desacuerdos.
Por
eso, hoy celebramos la libertad de prensa, recordando sí cuán importante es el
periodismo libre, los riesgos que implica, pero sobre todo la enorme
responsabilidad que recae sobre los medios al ejercer su libertad de prensa
para fortalecer la libertad de expresión de todos los demás.
Por un verdadero ejercicio de la Libertad de Prensa. Por una verdadera libertad de expresión. ¡Vivan los medios alternativos!
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