Foto tomada de: http://images.spanish.latinospost.com/data/images/full/80532/terremoto-en-ecuador-2016.jpg |
Autor: Wilson Benavides
Con el terremoto del pasado 16 de abril en las costas de Ecuador, que causó más de 600 muertos y cientos de viviendas destruidas en las provincias de Manabí y Esmeraldas, se produjo un punto de inflexión en la relación entre el gobierno y la sociedad civil, que no se había experimentado al menos desde el 30 de septiembre de 2010, durante el intento de golpe de Estado, secuestro y magnicidio contra el Presidente de la República.
Aunque estos dos hechos (16A y 30S), aparentemente
incomparables en términos conceptuales, ponen sobre la escena a los mismos
actores: el gobierno y la sociedad civil, en una situación crítica.
En el 2010, el 30S amenazó la estabilidad del orden
democrático, ocasionó 5 muertos, varios heridos y un sin número de procesos
judiciales que se siguen hasta hoy contra los presuntos autores. Este 2016, en
cambio, el desastre natural, además de las secuelas emocionales por los
fallecidos y heridos, ahonda las dificultades económicas que atraviesa nuestro
país, al destruir significativa infraestrutura turística y de generación de
empleo de un importante polo de desarrollo nacional como la provincia de
Manabí.
¿Cuál fue el papel de la sociedad civil en ambos eventos?
Durante el 30S, la sociedad civil, especialmente de Quito, salió de forma
espontánea a las calles para respaldar al régimen democrático y rescatar
-simbólicamente- al Presidente Correa, quien se encontraba retenido en el
hospital de la Policía, como lo cuenta el documental “Muchedumbre” (aquí
el link: http://bit.ly/1T7OmBp).
En esa ocasión, varios analistas señalaron que no era la
sociedad sino solo un grupo de militantes de Alianza PAIS quienes salieron a
las calles, mientras que los ciudadanos que acudieron voluntariamente, eran
para estos analistas, presos de la manipulación mediática gestada con
anterioridad por el gobierno. Así lo resumía un connotado estudioso de la
cultura política ecuatoriana en EL COMERCIO (aquí el link: http://bit.ly/21TsiuJ), pocos meses antes de los sucesos de septiembre.
En el terremoto de abril pasado, en cambio, esa misma
“sociedad civil” adquirió para los ojos de los analistas, un sentido completamente
distinto. Ya no era una masa manipulada que se movilizó en torno a un líder
político con dotes mesiánicos; ahora es una expresión legítima de la autonomía
ciudadana que fue llamada para solucionar la supuesta falta de respuesta
oportuna por parte del Estado, como lo señala un profesor universitario y ex
consultor de la Senplades, en un artículo de opinión (aquí el link: http://bit.ly/1TFQBJe)
Aunque las consecuencias del 30S y del terremoto del 16A
no son comparables, esta reflexión apunta más bien a evidenciar la construcción
semántica de la “sociedad civil” que configuró la opinión pública, en ambos
episodios.
Esta sociedad, la del 2016, adquiere hoy distintos
rostros: desde un grupo de ex altos funcionarios del régimen ahora en la
oposición que realizan clausuras simbólicas a diferentes instituciones, hasta
sindicalistas y cámaras empresariales. La opinión pública mezcla y confunde de
forma deliberada a los grupos de interés con los grupos de presión y a ambos
los etiqueta como “sociedad civil”.
Pero esta operación lingüística, esconde una lógica
política que se despliega justamente en un año preelectoral, bajo una
idea-fuerza: oponer hasta el antagonismo a la sociedad civil de la sociedad
política, para causar su desencuentro y ruptura definitiva como una condición
necesaria para lo que algunos denominan el “post correísmo”.
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