Por: Wilson Benavides V. /Politólogo y periodista independiente
Foto tomada de la Web |
Indolente
la sociedad que abandonó a familiares, amigos y colegas de los periodistas
secuestrados, que no hizo suya una causa que -en cualquier país del mundo
occidental- debería ser de todos, limitándose (como yo en este momento) a
publicar o compartir información en las plataformas digitales y su espejismo de
conectividad.
Todos
abandonamos a Paúl Rivas, Javier Ortega y Efraín Segarra. Los abandonó el
gobierno en la negligente actuación de los retenes militares que en pleno
estado de excepción dejaron pasar a ese equipo periodístico; en el silencio de
la cancillería; en el desconcierto del frente de seguridad que durante 18 días
se dedicó a desvirtuar o corroborar la información de la opinión pública
colombiana que no dudó un minuto -contradiciendo todo rigor periodístico- en
colocar los contenidos y dotar de sentido a un acontecimiento que del lado
ecuatoriano, en cambio, aparecía lejano e incluso sonaba irreal en el enredado
sendero de las “declaraciones oficiales”.
Los
abandonó también la Iglesia, la ONU, la Cruz Roja y los diplomáticos de los
"países amigos", la UNASUR, la OEA y las ONG's que no impulsaron una
sola iniciativa concreta para lograr otro desenlace, quizá igual de triste,
pero tal vez menos dramático.
En
el plano de la realidad concreta, sin embargo, además del desconcierto queda
una frustración en el alma de la nación entera. ¿El gobierno agotó todos los
medios para preservar la vida de estas tres personas? O fue como dijo un
diligente capitán de la Policía ecuatoriana en rueda de prensa: “Nos comunicábamos
10 minutos con alias Guacho por WhatsApp hasta que perdimos el contacto...”
¿Hizo
algo el medio de comunicación en el que trabajaban estos periodistas más allá
de publicar espacios de condolencia, una vez conocido su desafortunado destino?
¿Qué decisiones se han adoptado sobre los seguros de vida o la asistencia
económica que recibirán sus deudos?, por ejemplo.
Y
en el plano periodístico ese matutino ¿exigió desde sus páginas -como lo ha
hecho en otras ocasiones con temas mucho menos relevantes- respuestas claras y
acciones decididas de los gobiernos de Ecuador y Colombia, o se limitó a
interpretar las voces oficiales con un cierto sesgo que -a la luz de los
hechos- se parece a la complicidad, característica de la prensa gubernamental?
Preguntas
abiertas que siguen lacerando la conciencia de todos. Que ahora se aplique la
teoría de los hechos consumados es simplemente inaudito.
El
Ecuador en su conjunto abandonó a tres civiles inocentes y pese a ello todo
sigue igual, solo que con las banderas a media asta, la ratificación en sus
cargos de los ministros encargados de solventar el tema, un escueto llamado a
la unidad nacional y el infaltable luto oficial.
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