Por Donato.
Algunos dirán que la pobreza, la
falta de empleo y la corrupción son los principales problemas de Ecuador. Ciertos
manipuladores (y manipulados) dirán “el Correa” y por ahí, uno que otro, les echará
la culpa a los gringos o al finadito Hugo Chávez. Sin embargo, hay otros males
que nos aquejan…
Hace unos años pensaba que la
novelería y la desmemoria impedían el ejercicio de una política decente, de una
política que sirva exclusivamente para el gobierno y la organización de la
sociedad. Lamentablemente hay un tercer elemento que ahora impide ejercer una
política sana: la inacción.
Hace más de 10 años, cuando
apareció una propuesta revolucionaria que intentó ponerle fin a la politiquería
oscilante, entre la derecha conservadora y la aparente izquierda, la gente
parecía despertar para romper definitivamente con esa clase política
“atrasapueblos”.
¡Era tan motivador y esperanzador
ver a hombres y mujeres, especialmente a los jóvenes, dispuestos a mandarle “al
Cairo” a todo aquello que nos había sumido en la desazón, la migración
desesperada y la vergüenza de haber nacido en Ecuador!
Cuando llegó al poder un proyecto
político que se fue contra ese status quo
parecía que los ecuatorianos y ecuatorianas llegamos a una madurez política.
Sin embargo, desde ese momento, también se libró una guerra mediática que dura
hasta estos días con eso de la “descorreización”. Claro, los medios de
comunicación (aunque sus voceros lo nieguen) son actores políticos que meten
sus narices en la política, sin tener legitimidad democrática.
Con los años y a medida que la
situación del país fue mejorando en salud, educación, vialidad, gestión del
Gobierno, civismo e incluso hermandad entre ciudadanos de las distintas
regiones (Costa y Sierra, especialmente), los jóvenes, adultos y hasta “los
viejecitos”, como los llama un politiquero de la actualidad, perdieron banderas
de lucha y con ello memoria.
Las nuevas generaciones, las que
nunca fueron testigos de un cierre de carreteras, las que nunca aspiraron gas
lacrimógeno y no vivieron la represión de todos los gobiernos anteriores,
empezaron a protestar por el costo de la Nutella. Los otrora jóvenes, ya con
trabajos estables, o los más adultos (descendientes de la “aristocracia”
quiteña), salían a la Shyris o la Ruta Viva con sus “carrazos”, para tomarse la
foto y subirlas a redes sociales: la novelería y la desmemoria en su máxima
expresión.
¿El costo de la Nutella era
nuestra mayor preocupación? ¡Qué mal leímos todo! Había tantos temas o causas
por las cuales podíamos alzar nuestra voz. Si ya pasamos la etapa de las
escuelitas unidocentes, si ya los centros de salud estaban mejor equipados, si
ya habían becas para que la juventud vaya al exterior a estudiar en lugar de
hacer “yuca”, era el momento de otras exigencias, pero no, nos quedamos en la
inacción.
Ahora que estamos bajo un “Régimen
Cuántico”, que ejecuta un plan de gobierno contrario al que propuso y por el que
ganó, la cosa se está poniendo fea. Estamos viviendo rebrotes de protesta
social, la Plaza Grande, en Quito, anda acordonada últimamente; las carreteras del
país son cerradas por agricultores, se eleva el costo de los combustibles, se
piensa en la privatización (hoy llamada “concesión”).
Y, por si fuera poco, los medios
de comunicación nos ponen nuevamente a pensar: ¿Bucaram o Nebot? A ver, un
ratito… ¿regresamos 10 años? Ya vamos como 20… a este paso es muy probable que
aparezca el “Bombita” Lara, mande al cuerno a todos y volvamos a la Dictadura
Militar.
Simón Bolívar dijo: “Un pueblo
ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la
intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de
todo conocimiento político, económico o civil…”. Eso nos está ocurriendo ahora
y no hay acción ni reacción popular. La democracia es también participación,
con la cual se puede impedir que regrese ese pasado que tanto daño hizo al
país.
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