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martes, 17 de abril de 2018

INDOLENTES

Por: Wilson Benavides V. /Politólogo y periodista independiente

Foto tomada de la Web
Indolentes los gobiernos, indolentes sus autoridades, indolentes quienes cómodamente escriben -con una tasa de café cargado y un cigarrillo- una crónica sobre un dolor que nunca entienden... Indolentes los políticos, los militares, los policías, los dueños de los medios. Indolentes los periodistas y los gremios que nunca cuestionaron la "versión oficial" repleta de contradicciones, que no reclamaron -como en otros tiempos- su derecho a la libertad de expresión (y su derecho a trabajar en paz).


Indolente la sociedad que abandonó a familiares, amigos y colegas de los periodistas secuestrados, que no hizo suya una causa que -en cualquier país del mundo occidental- debería ser de todos, limitándose (como yo en este momento) a publicar o compartir información en las plataformas digitales y su espejismo de conectividad.

Todos abandonamos a Paúl Rivas, Javier Ortega y Efraín Segarra. Los abandonó el gobierno en la negligente actuación de los retenes militares que en pleno estado de excepción dejaron pasar a ese equipo periodístico; en el silencio de la cancillería; en el desconcierto del frente de seguridad que durante 18 días se dedicó a desvirtuar o corroborar la información de la opinión pública colombiana que no dudó un minuto -contradiciendo todo rigor periodístico- en colocar los contenidos y dotar de sentido a un acontecimiento que del lado ecuatoriano, en cambio, aparecía lejano e incluso sonaba irreal en el enredado sendero de las “declaraciones oficiales”. 

Los abandonó también la Iglesia, la ONU, la Cruz Roja y los diplomáticos de los "países amigos", la UNASUR, la OEA y las ONG's que no impulsaron una sola iniciativa concreta para lograr otro desenlace, quizá igual de triste, pero tal vez menos dramático.

En el plano de la realidad concreta, sin embargo, además del desconcierto queda una frustración en el alma de la nación entera. ¿El gobierno agotó todos los medios para preservar la vida de estas tres personas? O fue como dijo un diligente capitán de la Policía ecuatoriana en rueda de prensa: “Nos comunicábamos 10 minutos con alias Guacho por WhatsApp hasta que perdimos el contacto...”

¿Hizo algo el medio de comunicación en el que trabajaban estos periodistas más allá de publicar espacios de condolencia, una vez conocido su desafortunado destino? ¿Qué decisiones se han adoptado sobre los seguros de vida o la asistencia económica que recibirán sus deudos?, por ejemplo. 
Y en el plano periodístico ese matutino ¿exigió desde sus páginas -como lo ha hecho en otras ocasiones con temas mucho menos relevantes- respuestas claras y acciones decididas de los gobiernos de Ecuador y Colombia, o se limitó a interpretar las voces oficiales con un cierto sesgo que -a la luz de los hechos- se parece a la complicidad, característica de la prensa gubernamental?

Preguntas abiertas que siguen lacerando la conciencia de todos. Que ahora se aplique la teoría de los hechos consumados es simplemente inaudito.

El Ecuador en su conjunto abandonó a tres civiles inocentes y pese a ello todo sigue igual, solo que con las banderas a media asta, la ratificación en sus cargos de los ministros encargados de solventar el tema, un escueto llamado a la unidad nacional y el infaltable luto oficial.

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